sábado, 17 de octubre de 2015

Faena de Asensio en Sevilla

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  • Lo cuece el Madrid, lo disfruta el Espanyol, lo sufrió el Betis, vaya si lo sufrió, como un escalofrío que te recorre el cuerpo hasta achicharrarte vivo. Sacó la muleta y la espada Marco Asensio a pasear en el Benito Villamarín, para firmar una faena de alta escuela. No hubo balón que tocara el mediapunta que no se llenara de veneno,
  •  que no hiciera pupa al Betis, masacrado con tres aguijonazos de escorpión de Asensio. El primero de inmediato, templando la bola que cabeceó Roco. Los otros cuando más apretaba el equipo verde, cuando el Espanyol apenas si divisaba horizonte fuera de su área. De ahí le sacó Asensio, con su elegante potencia, con su amplia visión, con su delicioso fútbol. Menudo crack. 
  • Dinamitó el fenómeno cedido por el Real Madrid la noche verdiblanca, parida con amplias ilusiones, incluso sueños europeos, cerrada en pesadilla. Penalizó el Espanyol uno por uno los errores del Betis, groseros en una defensa irreconocible, que se iba ganando buena fama, groseros incluso en los planes del entrenador.
  • No debía tener mucho peso la convicción de Pepe Mel cuando, a los 10 minutos, ya había cambiado de parecer. Empeñado en devolver a Cejudo la condición de futbolista de élite, decidió incluso el entrenador desplazar a Joaquín de su banda nativa para meterle tras el punta. Una cosa mala que le duró un suspirito. Al poco, Joaquín estaba en su sitio, Cejudo en ninguna parte y Ceballos, Rennella y Van Wolfswinkel calentando. Producto, sí, del gol recién amaneciendo del Espanyol, en una desatención de Westermann para dejar rematar solo a Roco. Pero producto, también, de la controvertida decisión ante la que tan pronto mostró remordimiento el técnico.
  • Un terremoto llamado PetrosCon 10, pues Cejudo en la izquierda fue todo nada, pero con Joaquín en su hábitat, el Betis se convirtió en un apisonadora que fue ganando terreno sin desmayo. El portuense navegó su orilla, Portillo alborotó entre líneas y Rubén fue tirando balas. Nadie, en cualquier caso, llamó tanto la atención en el Betis como Petros, ese hombre. Un terremoto viviente, pura energía descontrolada, un potrillo sin ataduras, capaz de herir a dos jugadores con su cabeza. Al portero Pau López, después de perseguir un balón imposible acabado en un salto kamikaze. Y al mediocentro Víctor Sánchez, ese acero. Es una cosa para verla este Petros. En el fútbol tan en serio y en serie que se lleva, supone una rareza, un espectáculo.La obra de arte del primer tiempo la firmó, en cualquier caso, Joaquín. Cómo no. Amagó un centro lejano, balón parado, el extremo para pegarle duro y arqueado al lado de la barrera, hacia el palo desprotegido del portero. Corrigió ágil Pau, con la fortuna eso sí de que el poste escupiera la pelota. Era una noche comprometida para el joven portero del Espanyol, puesto en la picota durante estos días del parón. Y la resolvió estupendamente, con buenas paradas y trampillas de veterano para cortarle el punto al Betis cuando más embravecido se venía.Mereció mas el Betis en la primera parte, pero no encontró fortuna en los remates de Rubén Castro y Petros a un Espanyol encogido pero amenazante. No veía mucha salida en el asedio el equipo perico, pero cuando la logró sembró el pánico, con la clase de Asensio y la descomunal fuerza de Caicedo. Fue el talentón cedido por el Madrid, lo dicho, quien templó el centro al punto de penalti que supuso el 0-1 del Espanyol.Caicedo, de dulceComo se esperaba, corrigió definitivamente Mel su travesura en el descanso. En la caseta quedó Cejudo y a la hierba saltó Ceballos, estrenando nuevo contrato, nueva tranquilidad y, se esperaba, nuevo fútbol. Porque, hasta el momento, el juego de la perla verdiblanca había sido una birria. En el primer balón que tocó ya estuvo a punto de sacar oro Ceballos, colgando el centro al que no llegó por un palmo Rubén Castro. Pero quien la lio fue su socio en la selección chica, Marco Asensio, que aceleró un contragolpe de libro, imantó a los centrales y dejó solo a Caicedo para que anotara el 0-2. De dulce el tanque, que venía de marcar en sus dos partidos con Ecuador.Y de dulce Asensio, que aprovechó al Betis grogui para bailar ante Piccini y servir el tercero a Víctor Sánchez, remachando a placer desde la segunda línea. Para matar el partido, a pesar de los esfuerzos del Betis, ya con Van Wolfswinkel y Rennella también en el piso, autor del de la vergüenza ante Pau López, que se reivindicó de buena manera. Nada, en cualquier caso, como la faena de Marco Asensio, maestría pura en el Villamarín.

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